El dibujo
desapareció de sus pupilas, intuyó que la noche acechaba, que el frío venía, y
que ya sólo quedaba encontrar un lugar donde recogerse de la espesura de la
noche. Caminó largo y tendido, siempre en recto, menos cuando el bosque lo
obligaba caminar en línea zigzagueante, para poder esquivar la espesura de su
recóndito ser. La noche apareció y no encontró lugar donde hallar un calor para
su cuerpo descompuesto por el exhausto recorrido, se sintió vencido por la
noche, por el bosque. Al momento, en sus pupilas volvió el dibujo, grabado por
la luna, que esa noche resplandecía más que nunca, tan cercana que creía poder
tocarla. Ya con el dibujo grabado en sus pupilas, exhaló el ultimo suspiro, y
encontró en otro lugar el calor que añoraba, el calor que deseaba, el amor que
se negaba aceptar.
16-05-2012
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